EL DIOS CANSADO
Plomizo, carminado
y con la barba verde,
el ritmo pierde
el dios cansado.
Y va con tristes ojos,
por los desiertos rojos,
de los beduinos
y peregrinos.
Sigue por las obscuras
y ciegas capitales
de negros males
y desventuras.
Reinante el día estuoso,
camina sin reposo
tras los inventos
y pensamientos.
Continúa, ignorado
por la región atea;
y nada crea
el dios cansado.
José María Eguren