AQUÍ MISMO
Como una arteria alta que golpea
desde un busto si erguido generoso,
contemplo el poderío de tu cuerpo:
el dominio larguísimo que crea
(un cabello que ondula minucioso).
Mira esa mano victoriosa y leve,
cetro de invicta espada que, si bella,
va soldando los labios de la herida
y más memoria fue si a hundirse atreve.
Algo agregas desnuda a la belleza.
Alfileres anfibios en tus pechos,
hacen del tiempo ardiente un cataclismo:
las sábanas nos muerden con fiereza,
y no hay dónde poner tantos acechos
que ruedan nuestros cuerpos aquí mismo.
Juan Bañuelos