DIGO
Donde mi sangre es piedra carcomida,
allí donde tú ignoras lo que pasa,
allí, mi voz doliendo se hace brasa
que el agua apaga en ácida mordida.
Golpeando muros voy tras la salida
de esta quemante y rumorosa casa,
que no hay dolor más duro —de argamasa—
que buscar el amor en quien olvida.
Un traje abandonado es lo que pesa
más que el silencio y más, y más que un muerto,
menos que un pan dejado en nuestra mesa.
Quita tu mano de mi carne viva.
Si al fin te vas yo quiero estar despierto,
Amor. Amor, destruye lo que escriba.
Juan Bañuelos