PREHISTORIA
Nosotros, hijos de los años de espanto,
No podemos olvidar nada
ALEJANDRO BLOCK
Aquí estoy enterrado.
Descorro las cortinas que me ocultan el mundo.
Introduzco la mano derecha aquí en el pecho;
Tomo mi corazón, lo saco limpiamente
Y como un viejo caracol de auroras
Lo llevo hasta mi oreja para oírlo.
Algo se acuesta entonces en la sangre.
El rumor, el rumor.
El protoplasma se sacude como una marioneta;
El pez, el sueño, el semen,
La rama del abeto ayuntada en el fuego,
La calandria, la tortuga galápago,
El pulpo ahogado por las algas.
Tiempo,
Pésame hoy el diamante,
El limo del Ganges y el ancho Amazonas,
Y pésame esa luz de arrugas
Que llevan el Nilo y el Usumacinta.
Voy del mar a las peñas.
Ando sobre mi voz
Igual que en el alambre se equilibra el acróbata,
Desciendo en tanto el caracol me cuenta
Con su rumor de edades
La niebla y el ornitorrinco,
El salto de antílope
La boa y el carbón y el oro
(Detritus del silencio
Bajo la lava y las raíces).
Ando sobra la célula y el fósil,
La heredad que levanta
De un fuerte coletazo el dinosaurio.
¿Estamos con la oruga,
Con el sueño que sale de la cueva
Y levanta su mazo y va a cazar
La fiera, y a pescar vestido de hojas?
El rumor, el rumor.
Estamos en la entraña del polvo de los bárbaros.
El olor de la gleba sube al miedo.
Las compañeras fieras, los compañeros hombres.
La Santa Inquisición que levanta su hoguera.
El hombre de la piedra, y el de la horca y el arco.
El lanzazo y la escama
Del que oprime y devora.
El cazador, la bruma, la golondrina, el ónix,
Los compañeros hombres que pesan su esqueleto
Y liman poco a poco
Su antigua lengua sorda.
Niños, soy el pez que se quedó en la tierra,
Sólo el musgo que frecuentó el coral,
La garganta de seda que le dolió a la espada,
El diente de la escarcha para hacernos humanos.
Aquí estoy enterrado.
Alejé de mi oreja el caracol del mundo.
Más no hace falta, dije.
Viví el amor que vive la luz en el relámpago.
Bajé a la calle, nuevo,
Recién llovido.
Sol .
Hombres que han de venir,
Niños que llevarían el caracol de todos,
No nos guarden rencor,
Sostengan su indulgencia
Por haber sido oscuros.
Vivimos en el siglo xx.
Juan Bañuelos