PALABRAS PARA LA HIJA NATIVA
De nuevo en las aljumas de mi canto
Vuelven a deslizarse las monótonas savias
Del oficiante adánico y cautivo
En el silencio.
Oh hija mía,
despójate del viento
Y de la maravilla.
La boca del sol cuelga como un bosque de lluvia
Apacentando bestias en medio del paraje,
Mientras tú asciendes como el día
A los oteros de tus años.
Rebélate y ve contra el odio y el despojo
Y deja tu huella como la piedra deja
Su guante flácido de tiempo.
Oh pequeña de frío y de facciones,
En la primera letra a de tu caligrafía
Asómbrate del mundo, y cuelga la miseria
Alrededor de mi ojo saltado como un hueso.
Resiste a hacer tu máscara de garras
Y lengua solapada que apague la luciérnaga
De otoño. Y sé, entre el coyote y el aullido,
El fastuoso esplendor en la tuba de galernas
Que atruenan en la gloria
y en las palabras
Que dulcemente sangran por mi boca
De salinas nupciales.
Oh absceso entre el silencio y la onda tranquila
Que de súbito es
Escándalo de fuerzas en la grupa del potro.
Iguales en las armas
—¿Cómo decirlo, hija mía?—, iguales,
Con la sombra luché y vencí.
Y puse en su rostro el espejo
Donde las cosas callan,
Como las hojas de naranjo puestas
En la boca del muerto adolescente
Tendido entre los pinos y sobre la tierra
De las aguas que duermen como un ojo.
Oh hija mía, sé en la certeza
Impaciente, que el desterrado sólo
Oye dos veces que su infancia llora.
Navenchauc, Chiapas
Juan Bañuelos