De mi remoto pasado y futuro
concito sosegadas blasfemias
con las que restauro el equilibrio
después del hallazgo inútil del somnífero.
Odio a mis propios pensamientos.
Son cómplices de alguien y de algo.
No soy un poeta jubiloso.
No soy un poeta insomne.
No soy un poeta maldito.
Estoy sordo.
No soy un poeta.
Contemplaba en detalle
los sólidos soportes
que aguantan el inmenso andamiaje
de un inmenso edificio
al pie de la acera
que derecha conduce
a los cuartos donde habito
y en los que alguna noche
me visita la poesía
para juntos gemir por vosotros
todos los que la lengua os taladrasteis.
José Antonio González-Haba