y la luz entra en el hombre por un instante lateral de la hora y ella se acerca a la escalera
del día tan desganadamente que parece que desde antes de subirla ya estuviera cansada nuestras
cabezas como sauces despeinados dan a la mañana que las atraviesa silencio y hacia atrás van los
días ruinosos como un haz sin fin de intemperies toleradas y nos vemos vivos otra vez como larvas
que viven sobre rocas lavadas por los rápidos y se sostienen por discos de succión o anclas de seda
para no ser arrastradas por el agua y descubrimos nuestros cuerpos como parajes quietos entre las
corrientes torrenciales y el poema llega frente a aquel que mezcla alma y cuerpo y asiste al nacimiento
de un color e inhala y respira un Dios
pues el día no tiene puertas
humo azul tiempo quemado
Homero Aridjis