LA MONTAÑA
Tenía que crear una montaña,
gozo en las cumbres, trágico cimiento.
Sensible a la quietud y el movimiento.
Serena y pura y a la vez extraña.
Comencé a trabajar como la araña.
Como la hormiga, subterráneo, lento.
Me supo a soledad el alimento.
A exangüe fruta que el gusano daña.
Las páginas desiertos parecían
y más páginas áridas se abrían.
Padecí confusión desgarradora.
¡Pero aquí estoy labrando una montaña
nocturnamente y a cincel de caña,
con una voluntad mancornadora!
Germán Pardo García