EL ÁRBOL QUE NO AMA
Así: vara gramínea que trunca se rompe.
Así: mujer yacente sobre unos fríos paños.
Amor no me inclinaba a rozar tus mejillas
con mis dedos arbóreos.
Los hombres-árboles ignoramos el amor. Y soy costra,
raíces, carnario ranúnculo.
Amor no fue. Un instinto vegetal solamente.
Una vaga conciencia de roble flexionándose
sobre algo que fue suyo: las hojas, la seca semilla.
Así rocé tu cuerpo, su lumbre de extinguidos relámpagos,
de rescoldos distantes.
Y te amé, subyacente, como el árbol que no ama.
Germán Pardo García