PRESENCIA DE LA MUERTE
II
Solo, enfrente del valle, con las manos cruzadas
sobre el pecho, en un acto de soledad que es mío;
en la actitud de calma que asumo cuando nadie
me asiste y en lo inmenso sepúltase mi espíritu,
buscaba la presencia del poderoso Arcángel,
bajo una soledad de cedros y de pinos.
Esta noche estoy solo, y más solo que nunca,
buscándome en el tiempo, sin encontrar los signos
inertes de mi vida. ¡Qué pronto, ya no soy
el de ayer! No conservo de los años antiguos,
sino esta calma llena de eternidad, y el acto
de llevarme las manos al corazón vacío.
Germán Pardo García