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EL INSOMNIO

De la noche el negro manto
Envuelve a la tierra ya.
Natura en su seno tranquila reposa
Y el sueño entre sombras se siente vagar.

Sus alas, que lento bate
De la brisa al susurrar,
Vertiendo en el sueño beleño dichoso,
Del triste suspenden cuidados y afán.

Calladas su lento vuelo
Las horas siguiendo van,
Y trémulas lanzan del cielo enlutado
Las tibias estrellas su lumbre de paz.

Las flores plegan sus hojas;
Y cual llanto celestial
Benigno las riega nocturno rocío,
Que torna, la aurora cuajado cristal.

Las aves guardan su nido,
Callan el viento y el mar,
Y en grato silencio y en calma apacible,
Ostenta la noche su adusta beldad.

Sola yo en sosiego tanto
Velo y sufro sin cesar,
Que el sueño que imploro con lánguido acento,
Ingrato de niega su blando solaz.

¿Por qué bárbaro no alivias
De mi mal la intensidad?...
El llanto que abrasa mi rostro marchito
Tú puedes, piadoso, con flores secar.

Suspende ¡sueño! suspende
Un instante mi penar,
Y halaguen mi mente doradas quimeras
Que el luto me oculten de triste verdad.

Verterá el soI en Oriente
De sus luces el raudal,
Y lánguidos, tristes, mis ojos cansados
Sus fulgidos rayos con pena verán.

¡Muévate mi acento amargo!
Templa mi insomnio fatal...
¡Oh padre precioso del modo sosiego!
Tu néctar divino me da por piedad.

Basten al dolor los días
Y su infausta claridad,
Sin que de la noche, de penas consuelo,
Los ayes del triste perturben la paz.

Desciende ¡sueño! propicio,
No alargues tu ausencia más,
Y sin preguntarme cuál es mi agonía,
Piadoso me otorga tu dicha falaz.

Todos duermen en el seno
Del reposo universal,
Un ser no se encuentra que gima mi pena;
Que quiera mi acento doliente escuchar.

¡Mas no! que suena a deshora
Con lastimoso compás
Un eco lejano cual canto de muerte,
Y en alas del viento meciéndose va.

¡Ay, tu arrullo lamentable
Conozco, tórtola, ya!
Amores llorando del bien que perdiste,
Al cielo en la noche le cuentas tu afán.

¿Mas qué vale tu lamento,
Tu pura fidelidad,
¡Oh pájaro triste! si el cielo impasible
Ni escucha tu queja ni alivia tu mal?

¡Ay! si algún consuelo puede
Simpático afecto dar,
Saber que tus penas comprendo y deploro
Alivio es que nunca faltarte podrá.

¡Halague el sueño al dichoso,
Nosotras para llorar
Velando pasemos la noche sombría,
Velando aguardemos la luz matinal!

Tú sola la confidente
De mis pesares serás...
Ta pecho abrasado, de amantes modelo,
Del mío el secreto merece guardar.

¡Mas no digas a los vientos
Mi tierna pena jamás!...
Me basta que quieras, sensible a mi pena.
Si el sueño me deja conmigo velar.

Marzo de 1840

autógrafo

Gertrudis Gómez de Avellaneda


«Poesías de la excelentísima señora Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda» (1850)

versión versión de Poesías de la señorita (1841)

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