EL HÉROE
Ya no eres el que un día, sobre la frente enhiesta,
Signó el laurel. Decrépito, bajo el cielo distante
Ni en tus puños el hierro beligero se apresta,
Ni saben ya tus labíos la palabra galante.
Largo sueño amortaja tu ínclita y arrogante
Apostura, y un gesto beatífico te presta
La sombra de los años, que el lírico Atalante
Vio pasar como el soplo que avienta la floresta.
Mortal angustia, tedio mortal que nada alegra,
Cubrió tu faz, y atónito, oyes tu misa negra
como un monje fantasma que consagró el Olvido.
Te evoco orando, en traje de negro terciopelo,
Juntas las blancas manos y sobre ellas el hielo
Augusto de tu noble cabeza de vencido.
Gregorio Castañeda Aragón