SONETO XLVI
Quién tanto duerme y se pasea tanto,
o quiere poco o ya querer no quiere,
pues bien olvido o atención requiere,
enjugar, vos, Lucinda, vuestro llanto.
Y si es que amáis, como decís, en cuanto
vuestra luz a mis ojos se transfiere,
de amor tan soñoliento ¿qué se infiere
si vos no deshacéis tan ciego encanto?
Ver yo contra mi amor airado el cielo,
y arder mi fe en holocaustos sumos,
votados al rigor de vuestras aras;
buscaros y abatir mi dulce vuelo,
¿qué puede ser sino que aquellos humos
son ya de poca luz señales claras?
Francisco de Trillo y Figueroa