XXXI
AL SUCESO DE AMAN Y MARDOQUEO
Ya las infieles llamas en que ardía
quiere apagar en la enemiga muerte
el envidioso Aman, si bien la suerte
en sus pasos su riesgo conducía.
Pendiente pues del lazo en que pendía
su cruel esperanza, en vano advierte
que por grande el bajel, nunca divierte
de las ondas crueles la porfía.
La playa experimenta procelosa,
cual pudiera el humilde Mardoqueo,
que en la doliente arena fluctuaba.
¡Oh cuánto la ignorancia injuriosa
ruinas alimenta en el trofeo,
flechando riesgos a su misma aljaba!
Francisco de Trillo y Figueroa