XXIX
AL SUCESO DE ACAB, EN LA BATALLA EN QUE MURIÓ
Muchos, huyendo el golpe recelado,
se acercaron al riesgo no advertido,
como el leño en el puerto sumergido,
ya de las ondas fieras perdonado.
Huyendo Acab del vigilante hado,
pretende en vano ser desconocido;
mas la ruina afila en el olvido
quien piensa que en la culpa está olvidado.
Vistiendo engaños, ya de honor desnudo,
la púrpura depone por librarse,
como si lejos de sí mismo fuera.
Mas también embozado el hierro agudo
dos veces vio en su pecho ensangrentarse,
porque dos veces de una vez muriera.
Francisco de Trillo y Figueroa