A ITÁLICA
Éstas ya, de la edad, canas ruinas,
que aparecen en puntas desiguales,
fueron anfiteatro, y son seńales
apenas de sus fábricas divinas.
¡Oh, a cuán mísero fin, tiempo, destinas
obras que nos parecen inmortales!
Y temo, y no presumo, que mis males
así a igual fenecer los encaminas.
A este barro, que llama endureciera,
y blanco polvo humedecido atara,
¡cuánto admiró y pisó número humano!
Y ya el fausto y la pompa lisonjera
de pesadumbre tan ilustre y rara
cubre yerba, y silencio y horror vano.
Francisco de Rioja