LOS GOZOS DE DOÑA ERMITA
Doña Ermita se despabila
y, asistida de doña Luna,
en la jícara de la esquila
con maitines se desayuna.
Doña Ermita, por la mañana,
cuando se apresta para misa,
pinta con rosa de sonrisa
las mejillas de su campana.
Doña Ermita un rezo desgrana
para que dore todavía
sus mazorcas el mediodía
en el hórreo de la campana.
Doña Ermita timbra en secreto
una lágrima y se emociona
cuando don Ángelus, su nieto,
por ir al cielo la abandona.
Francisco Luis Bernárdez