SONETO XLVIII
En torno ciñe el mar pequeña roca,
Más de inmovible y bien fundado asiento;
Y aunque más es profundo su cimiento,
Por nuestra culpa la su alteza es poca.
En medio en blanca ropa y blanca toca
Desnuda de cualquier otro ornamento
Está una Ninfa: y nunca el mar por viento
Fiero, la planta del pie tierno toca.
Tendidas por el agua van mil almas
A salvarse a la roca, mas en vano,
Que la Ninfa de mil, alza dos solas:
Dichoso tú, Iverino, que a dos palmas
Asido, y a su fiel segura mano
Vences el viento y las soberbias olas.
Francisco de Figueroa