SONETO XXXVII
Oh tú, que desde mi niñez tuviste
Dentro en mi eterno pecho eterno nido.
Ahora de él (y no sé como ha sido)
Ha tan poco, tristeza, que saliste:
¿Podré vivir sin aquel llanto triste,
Que de mis ojos ha siempre llovido?
¿Y sin aquel dolor, con que he crecido,
De quien tan larga y liberal me fuiste?
Déjamelo probar, tristeza mía:
¿A qué tornas tan presto? ¿Has por ventura
Miedo, que a tu lugar venga alegría?
No acertará a venir; vive segura;
Ni yo la acogeré, que es compañía,
Que, cuanto al sol de nieve copo, dura.
Francisco de Figueroa