SONETO XXII
Bien puede revolver seguro el cielo,
Mudando el ser a cuanto acá se cría;
Y con blanda y airada compañía
Ya adornando o despojando el suelo:
Y puede bien tender su negro velo
La noche eternamente obscura y fría,
Y arder el sol, o dar templado el día,
O darnos presa al encogido hielo:
Que yo en cualquier sazón en este Invierno,
En esta noche tenebrosa y larga,
Y en este sin igual fiero tormento.
Desde aquella hora desdichada amarga,
Que a mi dolor me hizo esclavo eterno,
Más firme estoy, que roca firme al viento.
Francisco de Figueroa