SONETO II
Déjame en paz, amor: ya te di el fruto
De mis más verdes y floridos años;
Y mis ojos ligeros a sus daños
Pagaron bien tu desigual tributo.
No quiero ahora yo con rostro enjuto
Sano y libre cantar mis desengaños;
Ni por alegres y agradables paños
Trocar tu triste y congojoso luto.
En llanto y en dolor preso y cargado
De tus antiguos hierros, la jornada
Quiero acabar de mi cansada vida:
Mas no me des, amor, nuevo cuidado,
Ni pienses que podrá nueva herida
Romper la fe, que nunca fue doblada.
Francisco de Figueroa