SONETO DE ARTE ANTIGUA
II
Esto que ves, mester de cetrería,
es un balcón en tuyo seguimiento.
Si alas te dan tan cruel acaecimiento,
si te encogollas con la mi porfía,
si este dulcisonar de flechería
melifluye con tal atontamiento
pues será menester un tornamiento
de tú, cierva, de yo, la montería.
Si no puedo ferir, catando de ello,
yo te diré: mis manos son un cuenco,
ven a beber, y que al venir a hacello
muera de sed el último podenco:
Nunca fuera, señora, Amor tan bello
la cierva dulce, el cazador mostrenco.
Fernando del Paso