LXXXVII
MAR REVUELTO
Si acaso los presagios de anunciadas penumbras
Oh mar que entre tus brazos de oriflamas huidizas
arrullas y proteges los guiñapos mojados
de alambrados torrentes y lámparas encintas:
si acaso los reclamos de una clara nostalgia
que en el sopor desborda, de los instantes líquidos,
sus primaveras rancias, sus otoños antiguos:
Si acaso enamorado de agua viva y despierta
Oh mar de los brillantes, apaciguados yelmos
de una ínclita fauna de almibarados lujos
que los retoños lentos de las olas desgajan:
si acaso los adioses de antiguos desvaríos
que cobijó Cupido con su pecho de espuma
rebosan de cantos ingrávida agonía
que besas con la orilla desplomada en caricias
de alada capa de aires y de lluvias sumisas:
Si acaso todo ello: la ausencia de palabras
que el silencio fatigan en verticales vuelos
y el desamparo helado, la soledad, la furia
y el insólito encanto de una azul letanía
de inventarios y nombres de lisas turbulencias
que festinan, acosan, abruman y golpean
tu coraza secreta, tu oscura piel de hierba:
Si acaso los rituales de advenedizas cóleras
que en desnudos reflejos conciertan, olvidadas,
maravillas y cobres: la cruel parafernalia
que con mi lengua en celo empreño, fertilizo,
y son engendros mudos de satén y verdores
que se aventuran, huérfanos, en tu encendido lomo:
Si acaso todo ello, y el corazón colmado
de fértiles espantos, de suculentos miedos:
tu corazón que acecha, los ojos inundados
de tus lúbricas valvas por el licor que nace
de un miraje de sombras, de los acantilados
que nómadas helechos dibujan, arriscados,
en inasibles muros, en altas cordilleras
que de aluviones tibios son baranda y sustento.
Si acaso en las cordiales colinas de tu pecho,
desenlazados séquitos de luces, hervidero
de cristales perpetuos, azorado bautismo
ayer y siempre y nunca de limbos distraídos
que me mojan el cuello, que a mis muslos emigran
y besan mis rodillas, dilatadas derrotas
de fieles sortilegios sorprendidos en vilo:
Si acaso en esos valles, en las altas mesetas
donde palpitan, duermen, las quebrantadas órbitas
de fábulas preñadas: allí en tu inmaculada
geografía de espasmos y fieras esculpida,
de máscaras bañada y adamantinas, tránsfugas,
henchidas y brutales, magnas ondulaciones;
allí donde me esmero, barbecho de dos aguas,
en habitar mis ocios y derramar las mieles
de dulces espesuras que en mi boca aletean
cuando tú las despiertas con tu resaca negra.
Si acaso todo ello te hechiza y te pronuncia
y de ti se enamora, te seduce y te encanta,
si te nombra y te llama, si te aparta del fuego,
te ruego, imploro, invoco, te clamo, solicito
que dejes en mis labios la humedad de los siglos
y en mis manos abiertas la fragancia del tiempo.
Fernando del Paso