LXXXVIII
No he de circunnavegar el mundo con Sebastián Elcano en su nave Victoria
¿No he de circunnavegar el mundo con Sebastián Elcano en su nave Victoria?
¿No bogaré nunca en un trirreme romano más allá de las columnas de Hércules?
¿No surcaré el mar viento en popa bajo las banderas de los Tigres de Mompracen a las órdenes de mi Comandante Sandokan, el del turbante satinado?
¿No he de llenar mis alforjas de guano en las Islas Ballesta y de sal marina en las Islas de Caicos?
¿No me será dado subyugarme con los ojos glaucos de Anfitrite?
¿No viajaré jamás en busca de perlas a los bancos de Bahrain, de nidos de golondrina a las costas de Borneo, de diamantes a la desembocadura del Río Orange?
¿No he de acompañar a Iris Crisópteros a Sicilia para incendiar las naves de Eneas?
¿No me he de sofocar con el aire del alquitrán calcinado?
¿No he de cosechar actinias pasionarias de color rubí en las rocosas costas de Tabasco?
¿No he de naufragar con Robinson Crusoe y las aguas no han de arrastrarnos hasta la Isla de Juan Fernández?
¿No he de dormir envuelto en las cartas hidrográficas de Mercator para soñar que desembarco, con el almirante Gaspard de Coligny en esa efímera América de los Hugonotes en el mismísimo día que aprovechó Ponce de León para darle el nombre de la Pascua Florida?
¿No he de singlar con Cristóbal Colón a las Indias Occidentales, con Marco Polo a la legendaria Cathay?
¿No he de cruzar los mares en el Beagle con Darwin, rumbo a las Galápagos? ¿En el Mayflower con los peregrinos de Plymouth?
¿No ha de disfrutar mi vista, desde mi kayac de piel de foca, con los saltos mortales de las marsopas del casquete polar y con los cincuenta volcanes llameantes de la cadena de islas que va desde el Japón hasta Kamchatka?
¿No ha de deleitarse mi olfato con los aromas del romero y del serpol, del mastranzo de las costas mediterráneas?
¿No he de ser tragado por los violentos remolinos de las quebraduras basálticas del Mar de Bretaña o por la vorágine del Golfo de Vizcaya para que me aspiren las aguas y pueda yo jugar en el verde fango de las diatomeas, hacer ramos de fanerógamas radiantes y conversar con los radiolarios de esqueletos de vidrio?
¿No he de enfilar el rumbo hacia la Isla del Tesoro, junto con Sílver Pata-de-Palo?
¿No he de pertenecer a las Cofradías de los Hermanos Avitualladores y los Mendigos del Mar?
¿No ha de festejarme el Capitán Nemo con pescadillas azules de Alaska sazonadas con garum y sevruga, leche de ballena asesina y mermelada de varec?
Y si el mar no me cumple.
Si el mar me olvida.
Si el mar no ha de arroparme en mis travesías y mis periplos, en mis correrías y mis peregrinajes, si no ha de llevarme nunca de ninguna parte a ningún lado, yo seré, entonces, quien lleve al mar conmigo.
Fernando del Paso