SONETO XXXV
Cuando envidioso el tiempo haya robado
el tu cabello, espanto ahora de Flora,
y el verano, que alegre gozo ahora
y la flor de mi edad haya robado,
no seré, no, Amarili, a tu sagrado
nombre ingrato que la alma humilde adora,
ni el fuego celestial que en ella mora
de la edad sentirá el invierno helado;
mas del cisne imitando la costumbre,
con acento, por dicha más divino,
te cantaré, para morirme luego;
y como llama que vigor y lumbre
cobra cuando su fin es más vecino,
más resplandecerá mi hermoso fuego.
Francisco de Medrano