SONETO XIII
Ya sentí de la muerte el postrer hielo
correr a largo paso por mis venas,
y dos nubes, de angustia y rabia llenas,
un mar donde mis ojos dar al suelo,
cuando, así ardiendo en compasivo celo,
a Flora vi turbar sus dos serenas
luces, por no aliviar sólo mis penas,
mas pudo en el abismo abrirme un cielo.
«Vete, me dijo triste, y si el camino
así te es breve, pide a tu deseo
alas para volver, y a mí esperanza».
Dichoso mal, que alcanza tan divino
remedio; amable infierno, donde veo,
no ya por fe, mi bienaventuranza.
Francisco de Medrano