ELEGÍA
Algunos paisajes de mi infancia han muerto.
Ha muerto Azor, corsario de Malasia,
cuyo nombre temblaba en las bocas de fresa
de las damas del siglo XVIII.
Ha caído la casa de don Álvaro
Miguel de Sotogrande (nos llevaba, riendo,
al sótano en que había tazas envenenadas
para que los espíritus tomasen el té de medianoche).
Ha muerto el capitán Rodden, que subía borracho
del fondo de los mares cada tarde
para contarme historias de reyezuelos africanos.
Ha desaparecido el dragón triste de los sueños
y queda el dragón negro del Poder,
cuyo reino se yergue sobre la pesadilla.
Algunos paisajes, decía, de mi niñez han muerto.
Yo los recuerdo ahora, y ese mapa borroso
de la memoria tiene
la señal de una ruta que ignoro adonde lleva.
Felipe Benítez Reyes