LA CONDENA
El pasillo cuyo final no alcanzo nunca,
la navaja que me persigue
mientras yo corro —inmóvil— por un bosque
poblado por fantasmas, y de pronto
los rostros confundidos, las ciudades absurdas
con escaleras rotas y edificios vacíos
y estatuas mutiladas y deformadas perspectivas,
y tú que me abandonas porque me desconoces,
porque somos extraños en ese orden pavoroso
establecido sobre las ruinas de la razón,
y el túnel que se vuelve interminable,
y ver que me persiguen, que unas manos
afilan un puñal, y que corro, y que me alcanzan...
Ciertas noches, con ligeras variantes,
esta fiel pesadilla me atormenta.
Lo que hice para merecerla no lo sé.
Felipe Benítez Reyes