ENVÍOS
SARMIENTO
Una luz familiar, una sencilla
bondadosa verdad en el sendero,
un estoico fervor de misionero
que traía por Biblia una cartilla.
Cuando en la hora aciaga, en el oscuro
ámbito de la sangre, su mirada
de inefable visión fue deslumbrada
y levantó su voz, a su conjuro,
en medio de las trágicas derrotas
y entre un sordo rumor de lanzas rotas,
sobre las pampas, sobre el suelo herido,
se hizo cada vez menos profundo
el salvaje ulular, el alarido
de las épicas hordas de Facundo.
Evaristo Carriego