MARINA
Sobre la playa, el arenal escueto;
el mar, plomizo como hedionda charca,
y no lejos el casco de una barca,
fósil aparición de un esqueleto.
Ni un toque de verdor, ni un indiscreto
rayo solar en lo que el ojo abarca:
sólo un islote gris el lomo enarca
como un cetáceo encadenado y quieto.
Con calma funeral vienen las olas
a agonizar en las riberas solas
sin que haya nadie que su riesgo afronte;
y en la bruma sutil que el alma hiela,
ni un ala, ni un celaje, ni una vela
que rompa la insulsez del horizonte.
Enrique González Martínez