ELOGIO DE LA LLUVIA
¡Oh, Lluvia! Hermana Lluvia, tú no eres la responsable de las inundaciones. Ya hemos quedado en que la culpa era de los hombres, que no se autocanalizan. —En cambio, a ti, ¡cuántos beneficios te debemos los hombres civiles!
Tú eres la que, sobre las estridencias de calor que sufrimos, aquí y más allá, dejas una suavidad discreta, tu eres la que alguna vez das a nuestra atmósfera delicadeces
septentrionales. Tú das ocasión a que lean libros algunos hombres que no leerían. Tú aguas las fiestas de la Mercè, cuando incurrimos aún en la
debilidad de hacer. [...] Y otros antiestéticos espectáculos callejeros has mojado ya, hoy, tú. Hermana Lluvia, ingeniosísima hermana Lluvia.
Quizás para el establecimiento definitivo de nuestra civilicación convendría sin embargo que lloviera —no, tanto como llover, no—, que llovisquees tres años seguidos, aquí ... Con esto nos estaríamos en casa, iríamos al Circo, los salones, los teatros, pero no a pasear.
Días de sol, necesitaríamos sólo unos cuantos: los de elecciones, los de las manifestaciones políticas importantes...
Haríamos buen trabajo así. Y después de tres años ya empezaríamos a tener derecho, sin peligro, al buen sol, y ya nos pareceríamos lo suficiente a París para comenzar a pensar en parecernos a Atenas.
19-X-1907
Eugenio D'Ors
Traductor desconocido