EL DIABLO EN MALLORCA
A la luz verduzca de sus ojos felinos
que la «Cueva del Dragón» vuelve resplandeciente,
abandonaba del lago a la caricia lenta
el andrógino Lucifer un cuerpo de alabastro.
Sólo un externo rumor logra dentro porvenir;
un arrebato de viento hace entrada furienta,
y a la par que el mundo decrépito, afuera, se lamenta
en larguísimo aullido de su próximo fin.
El andrógino Lucifer, con calma voluptuosa,
hace jugar sus músculos, y en la esmeralda fundida,
del lago profundo contempla sano la figura aspillada.
Y es entonces cuando tomándolo la afrodisíaca furia
besuquea sus carnes, ardiente de lujuria,
y se retuerce, solo, solo, en nupcial abrazo.
Eugenio D'Ors
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