LAS DOS MANOS
Las dos manos, como dos perros muy fieles, conducen ágiles las irritadas cosas.
Cuando el mayor se cansa viene el otro, el segundo de las fiestas continuas, y juega. La indiferencia que lo recibe algún rencor esconde, que orgullo y cariño disimulan.
Las dos manos trabajan siempre. Son como dos bestias de las que figuran en el Apocalipsis, materiales y angélicas. Su misterioso afán, su oficio prodigioso a qué podríamos compararlo.
Cuando su dueño muere se le tienden sobre el pecho —no quisieran ya dejarlo.
Eliseo Diego