PARA EL RETRATO DE UNA SEÑORA DE FLORENCIA
Yo te pregunto, señora del lino y del laúd salvaje:
qué fue del cocinero de frente de buey
que aguantaba los muros, y del aya que siempre consolaba
la rueca funeral en el salón vacío,
qué fue del manso taciturno,
mi señora del lino y del laúd salvaje.
Un poco de alegría, ¿no es suficiente acaso?
Un poco de alegría en el suave crepúsculo de los labios
más finos,
muchacha de las grutas, oh siniestra
un poco de alegría no es suficiente acaso.
Cuando se apaga el rostro del extraño
con la camisa vieja, civil, ansiosa de domingos,
que iluminó de paso los álamos de Paula.
Y el General que respiraba en generosas puertas.
Pero no más un poco de alegría
siempre que asciende la humareda lejana de las rocas,
en la temible perfección que es tu rostro,
basta para salvarte, señora de las grutas,
en tanto entre los pinos se duerme la resaca.
Eliseo Diego