BAJO EL ÁNGELUS
Para que a mí llegase tu pie menudo y fino,
tu pie de Cenicienta, bajo un tapiz floral,
con pétalos de nardos alcatifé el camino
y ungüentos olorosos regué sobre el umbral.
Puse en la mesa, luego, buen pan dorado y vino,
vertí óleo en la casera lámpara de cristal;
del viejo arcón de cedro, saqué mi mejor lino,
y perfumé la alcoba y el tálamo nupcial.
Y el día va pasando con lentitud que agobia
sin que tu numeroso sutil velo de novia
palpite ante mis ojos; ya no se oye ningún
rumor por el camino que pasa ante mi puerta…
La lámpara está ardiendo, y la mansión desierta
llega el eco del Ángelus y no has venido aún.
Eduardo Castillo