COLEGIO
Trescientos niños
en diez pelotones,
trabajan.
Campo a toda luz.
Cada pelotón
tiene una labor, y marcha.
Unos van a los árboles;
otros van a la grieta del talud;
otros, en la gimnasia
rinden su hora de armonía;
otros miran al sol por cristales de humo;
otros arman la vida de una dínamo.
Cada pelotón
habla una lengua distinta.
He llegado ante el grupo
donde dos hijos míos trabajan;
los niños ven al hombre viejo que va a mi lado,
ven sus largos cabellos blancos,
el salto de agua de la barba
y allí meten las manos calurosas.
Descanso:
los niños vienen hacia nosotros:
el viejo palmotea en las cabezas negras,
en las manos metidas en sus rizos.
Los niños gozan las barbas como un jabón
y el viejo les florece en las manos.
Él mima abejas en su barba
y los niños que aman la tierra
le cosechan frutas de años.
Llamada:
Los niños vuelven a la labor;
el viejo aspira un contagio de ébano
en las hojas blancas que caen
de aquella poda matinal de tiempos.
El viejo está sintiéndose en su viaje de vuelta:
la barba se le invierna, se le otoña, se le estía,
y se le primavera.
Andrés Eloy Blanco