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LA VOZ DE DIOS

Yo busqué la armonía de mi verso en el prado,
en el monte, en el mar y en la sabana
unidos en mi Canto, la Espiga y el Arado
forman la apoteosis de la fe ciudadana.
Yo he soñado mi Patria en la aureola
de un inmenso trigal aprisionada,
meciéndose infantil junto a la ola
y encanecida al beso de la Sierra Nevada;
y al Orinoco de fragor de fragua
le vi temblar en oro el flanco rubio
que azota las llanuras con sus mil colas de agua,
caimán del llano que abortó el Diluvio.

Y en una elevación hacia la gloria,
con ágiles vaivenes de saludo,
subieron las espigas a un altar de victoria,
para dorar las crines al corcel del Escudo.

Yo siento en esta hora
de luz, un temblor santo;
entro por la campiña, delirante de aurora,
pidiendo la emoción de un nuevo canto.
Y oigo la voz de Dios en mi camino:
—Yo soy el viejo Labrador Divino;
son enjambre de soles mis cuadrigas;
labré el eterno Cosmos ignorado,
y ardió bajo la fuerza de mi Arado
la luz del Mundo como un haz de espigas!

1918.



Andrés Eloy Blanco


«Tierras que me oyeron» (1921)  
Los cantos


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