CANTO A RUBÉN DARÍO
He aquí que Cyrano de Bergerac traspasa
de un salto el Pirineo: Cyrano está en su casa.
Rubén Darío
La selva colombina lo presintió. (¿Sería
la selva el cisne negro y anunciador del día?).
La selva colombina lo presintió; la
rugiente de la selva presintió su venida.
El temblor armonioso de una fiebre divina
turbó la piel del tigre y el nervio de la encina;
los cielos orquestales se animaron; debía
venir algo muy grande para la Poesía.
Bajó el augur eterno de la cumbre lejana
y hundió las manos trémulas en el agua antillana,
y en sus manos ungidas de luz, Artemidoro
mostró a los pueblos ávidos el gran sueño de oro.
Ya lo había anunciado la voz del firmamento
y se abrieron las almas para el advenimiento.
Llegó: Nieves intáctiles le sirvieron de corte;
en el Sur saltó un potro... gruñó un oso en el Norte.
Cuando extendió sus alas bajo el latino cielo
fue más que nunca viva la sensación del vuelo.
Un caos de gritos ágiles y de voces extrañas
llenó la selva, el río y el mar y las montañas;
un diamante de hielo fulgía en cada monte,
y eran como mil soles llenando el horizonte...
Y fue el grito de América: fue una diana guerrera
que azotó las espaldas de la gran cordillera;
y habló el volcán sagrado, y un fuego de incensario
divinizó su sangre de viejo dromedario.
Voló el cóndor: sus alas embriagadas de aurora
proyectaron la gloria de una sombra sonora...
¡Volaba, y en sus plumas iba un sueño gigante:
Belvedere con alas, lomo alado de Atlante!
Cruzó los amplios mares y los países muertos
y abrevó en el misterio de los lagos desiertos.
Leyenda de Pirámides y sangre de leyendas,
y esfinge de misterios y sangre de contiendas,
y los vuelos heroicos de los cuervos romanos
enlutando la curva de los arcos Trajanos,
y las tardes caníbales en los circos de Roma,
Nerón, la lira orgiástica de Nerón, la paloma
del Espíritu Santo, París... todas las cosas
sintieron en el ánima sus alas poderosas.
Llevó, como Enviado del Azul, los saludos
sobre la Grecia, yunque de razas y escudos;
clavó su garra joven sobre eternos escombros;
Tanagra sintió el hierro de su garra en los hombros.
Bajo los viejos pórticos, Erecteón dormido
sintió las Cariátides aletear; el nido
de esforzados Temístocles, de Leonidas estoicos,
creyó volver al fuego de los ciclos heroicos;
se alzaron de sus tumbas las Victorias aladas;
Arcadia abrió la fuente de sus dulces baladas...
¡Plegó el cóndor la seda de sus alas indianas
entre vasos corintios y columnas paganas,
y en el hueco marmóreo de un vaso, sobre el muro,
durmió para el Pasado su sueño de Futuro!
Y fue: De su garganta de pájaro guerrero
brotó un ritmo dulcísimo, música, luz y acero.
El Verbo de su sueño se hizo carne; su alada
visión ya fue un Quijote de coraza y espada,
y fue por los caminos, y en su viaje fecundo
por Él la Poesía ya tuvo su trono: El Mundo.
Por Él, bajo la arcada feraz de la campiña,
profanó Pan la sangre doncella de la viña;
por Él, en albas santas, los reyes portadores
de las ofrendas bíblicas fueron tres ruiseñores;
por Él, sobre las ancas de los toros sagrados
cabalgó el ritmo en vértigo de los siete Pecados;
las lenguas betlemitas y las lenguas paganas,
por Él cantaron juntas, por Él fueron hermanas;
por Él, ante el incendio de lejanos crepúsculos,
los cóndores aprestan las garras y los músculos,
y por Él la armonía de un aire de bonanza
hincha un ala de cisne bajo un sol de Esperanza...
En su actitud gascona y en su vieja arrogancia
hubo más de Cyrano que de Quijote; Francia
era toda Gascuña para Él y espada
esgrimida le cuadra más que adarga embrazada.
Fue hermano, en el espíritu y el brazo, de Cyrano,
en el empuje, fiero, y en el abrazo, hermano;
aquella preferencia por el cisne y el guante,
más se aviene al poeta que al caballero andante;
las alas que llevaron los sueños de Darío
a la luna, bien pueden ser alas de rocío;
en el palenque homérico y en el combate rudo,
contra su espada hidalga no hubo hierro de escudo,
y en las encrucijadas de la vil asechanza,
contra su escudo helénico no hubo punta de lanza.
Bergerac, a la sombra de la cita galana,
descifraba el misterio del amor a Roxana,
y en sus labios posesos del amor imposible,
desfloraba el secreto de un beso indefinible.
También en las veladas de Rubén, Margarita
(Margarita-Roxana) gustó el beso en la cita.
y cuando de Darío los labios se entreabrieron
para dar sus latidos a la Nada, sintieron
las selvas que un gran beso estalló en la agonía
y era que a los dos flancos de su tierra, ese día
poseídos de un claro simbolismo romántico,
se alzaban en dos olas Pacífico y Atlántico;
subieron... y subieron... sobre el eterno grito
de las olas bañadas de luz y de infinito,
formó dos labios trémulos la pureza del agua,
y entre ellos, era un beso, de piedra, Nicaragua...
Y el cóndor de los sueños resucitó: En la altura
los dos mares se unieron; con salvaje hermosura
se alucinó la aurora tropical, y delante
de los ojos del cóndor, un monte de diamante
se alzó, y en sus contornos y en su movible flanco
tomó las proporciones de un Pirineo blanco.
El milagro fue entonces: Como en la vieja historia,
el viejo augur le dijo: «¡Detrás está la gloria!»
y he aquí que Darío de Bergerac traspasa
de un salto el Pirineo: Darío está en su casa.
Andrés Eloy Blanco