POEMA CI
La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más
sensitiva.
Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube...
La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea.
Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas.
Los ríos de la isla son más ligeros que los otros ríos. Las piedras de la isla parece que van a salir volando...
Ella es toda de aire y de agua fina. Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece la yema de las alas...
Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no fuera isla. La isla es, pues, lo menos firme, lo menos tierra de la Tierra.
Dulce María Loynaz de Castillo