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LA ETERNA CANCIÓN
(De Madame Edmond Rostand)

Cuando yo envejezca, cuando tú envejezcas
y mis rizos blondos se truequen en canas,
en mayo, en el huerto, del sol la caricia
nuestras manos trémulas buscarán con ansia.
Cerno hará el retoño de la primavera
que ei himno entonemos de las esperanzas,
nuestros corazones sentirán el fuego
de las florecidas épocas pasadas;
y yo, con los ojos en los tuyos fijos,
te daré, la frente sobre ti inclinada,
todos mis amores en una sonrisa,
todas mis ternuras en una mirada.
Y así formaremos, en rústico banco,
de dos viejecitos pareja adorada,
cuando yo envejezca, cuando tú envejezcas
y mis rizos blondos se truequen en canas.

En el banco amigo, verdoso de musgo,
donde conversáramos en otras mañanas,
sentiremos dulce placer inefable,
diremos la frase que en ósculo acaba,
y recordaremos las veces que te amo,
latiendo en los labios, te dijo mi alma.
Y recordaremos mil cosas pequeñas
que harán que lancemos una carcajada.
Y el rayo rosado de dulce caricia
tejerá sus hilos sobre nuestras canas,
cuando en nuestro banco verdoso de musgo,
los dos conversemos como otras mañanas.

Y como he de amarte más cada momento,
hoy más que ayer, menos, menos que mañana
y con un afecto sereno y tranquilo,
¿qué importa que pliegue de arrugas la cara?
Sentiré que una ola de dulces recuerdos
poblará mi mente con cada alborada,
recuerdos que a un tiempo son tuyos y míos
que irán acercando aun más nuestras almas,
y que irán tejiendo misteriosas redes
cuyos tenues hilos nos unen y enlazan.
Y aunque ya estaremos débiles y viejos
estrecharé siempre tu mano con ansia,
porque he de quererte más cada momento:
hoy más que ayer... menos, menos que mañana.

Y quiero que todo este amor-ensueño
mi corazón guarde, como urna sagrada;
retener aquellas impresiones breves
para, lentamente, luégo saborearlas.
Y como un avaro, lo que de él me venga
iré atesorando, y así en el mañana
con el oro todo de mi amor primero
me sentiré rica, con riqueza rara;
me dirá el recuerdo la dulzura inmensa
de tiempos que fueron y dichas que pasan,
y así habré logrado que este amor-ensueño
mi corazón guarde como uma sagrada.

Cuando tú envejezcas, cuando yo envejezca
y mis rizos blondos se truequen en canas,
en mayo, en el huerto, del sol la caricia,
nuestras manos trémulas buscarán con ansia.
Como hará el retoño de la primavera
que el himno entonemos de las añoranzas,
nuestros corazones sentirán el fuego
de las florecidas épocas pasadas.
Y feliz oyendo sus frases amantes,
te daré, la frente sobre ti inclinada,
todos mis amores en una sonrisa,
todas mis ternuras en una mirada...
Cuando tú envejezcas, cuando yo envejezca
y mis rizos blondos se truequen en canas...

autógrafo

Diego Uribe


Traducciones

francés Version originale française de Edmond Rostand

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