MÁS RECUERDOS
Vuelvo a sentir, como la vez primera
cada hora con mi amada transcurrida,
que siempre es luminosa y duradera
la huella que el amor deja en la vida.
Ya es el rayo de sol de una mañana,
que rasga el seno de la parda nube,
se oye el lejano son de una campana,
y la neblina evaporada, sube.
Bosques, llanos y céfiros y flores
al sol naciente su canción levantan.
Pasa riendo el amor de mis amores,
mis niños gritan y las aves cantan.
Al templo se dirige reverente,
Y en un beso de amor su alma me deja.
Yo bendigo al Señor omnipotente
y extático la miro, ya se aleja...
Ya es de noche, retumbar se escucha
el trueno, el aire los cristales mueve,
afuera el rayo con la sombra lucha,
el viento agita la arboleda; llueve.
Se escucha afuera descender la lluvia;
ella se acerca a mí, sobrecogida
de hondo terror, y su cabeza rubia
posando en mi hombro, se quedó dormida.
De los dolores del acerbo llanto,
ni una ráfaga llega a estremecerme.
¡Cuánto bendigo la existencia, cuánto
y cómo sueño mientras ella duerme!...
O ya luciendo campesino traje
sube conmigo al coche, que la espera;
yo estimulo la yegua, y el carruaje
se pierde en la polvosa carretera.
¡Oh de la tarde el resplandor escaso,
que se refleja en la campiña verde!
¡Oh las variadas tintas del ocaso
y ese horizonte que la noche pierde!...
Diego Uribe