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INSOMNIO

Todo está color de tumba:
egoísta el firmamento
ha escondido las estrellas
entre nubarrones densos.

Disfruta, noche callada,
la paz de los cementerios;
y mientras que tú reposas,
yo saturado de tedio,

de bilis y de cansancio
dormir ¡oh noche! no puedo,
que el alma llena de espinas
no halla quietud ni consuelo,

porque mil ideas quemantes
como víboras de fuego,
impacientes se rebullen
en mi excitado cerebro.

Salid, hijas del fastidio;
me estáis picando los sesos,
y quisiera estrangularos,
porque mucho os aborrezco.

Idos, pues, aprisionadas
en el corsé de mis versos,
y no esperéis, necias locas,
ir prendidas con arreglo

a las graves exigencias
de los clásicos preceptos.
Salid sin orden, desnudas,
y os teñiré al ir saliendo,

con la baba que ennegrece
el hocico del tintero,
para que en la luz ridículas
tropecéis con un maestro

que os sacuda las espaldas;
negras hijas de un coplero.
Que su ridículo póstumo
deja en desatinos métricos.

              *

¡Cuán tristes ¡ay! son las noches
que abortan en el silencio
fantasmas que tienen vida
con el calor del recuerdo!

Como la sombra oscilante
de escasa luz que está ardiendo
frente al velador,produce
vagos fantasmas inciertos,

de seres que en nuestra historia
una página escribieron;
página que el alma oculta
y está el corazón leyendo;

que nuestras propias ideas
dejan su cárcel de hueso
y se nos ponen enfrente
convertidas en espectros.

Yo, si fijo en el pasado
absorto mi pensamiento,
en la pared vacilar
miro, fugaces, inquietos,

fantasmas que me saludan
con estrambótico gesto,
y aunque carecen de ojos,
me están mirando, lo siento.

A tales fantasmas voy,
sin querer, reconociendo,
a medida que los visto
con girones de recuerdos,

que en un rincón de la mente
puso la mano del tiempo
fantasmas que perceptibles
son más, si los ojos cierro;

porque los miro por fuera,
como los miro por dentro;
porque en la sombra son blancos
y porque en la luz son negros.

Pasad, seres misteriosos,
de la triste noche engendros;
pasad, sombras fugitivas
que aborta el remordimiento

¿Habéis alzado, quizá,
la negra tapa del féretro,
sólo para recordarme
juveniles desaciertos,

ilusiones que pasaron
y creencias que se fueron?...
iIdos en paz!... ya no soy
el joven de locos sueños,

que en bacanales impuras
y amorosos devaneos,
prodigó a los pies del vicio
las flores del sentimiento.

Pasaron ¡ay! para siempre
y en la nada se perdieron
las bellas horas, en que
el vino, el amor y el juego

hacían hervir en mi frente
fascinadores ensueños,
cuando con alguna hermosa
cambiando quemantes besos,

el adulador perfume
del oriental pebetero,
embriagaba mis sentidos
en humo espiral subiendo.

De aquellos placeres locos,
nada queda... Ahora tengo
la frente sin ilusiones,
el bolsillo sin dinero,

sin esperanzas la vida
y el corazón sin afectos:
no soy aquel cuya alma
ardorosa hasta el extremo

fue como chispa que brota
del yunque de los infiernos:
hoy, pobre, triste, impotente,
soy un desgraciado viejo,

sin horizontes, sin fuerzas,
y a quien el destino acerbo
encadena con harapos
al poste del sufrimiento.

Pronto voy a descansar,
el sepulcro no está lejos;
años, orgías y pesares
me empujan a él... ¡Por el cielo

que de este planeta inmundo
salgo de fastidio lleno,
porque la existencia en él
es un continuo tormento!

    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .

¿Habrá sueños en la tumba?
¿Y qué soñarán los muertos?
¿Descenderán los fantasmas
de la húmeda tierra al seno,

y así, cual celestes nubes
forman caprichos diversos,
en otras nubes de sombra
flotantes crespones negros,

fingirán al sepultado
con lúgubre movimiento
lápidas, tumbas y cruces,
calaveras y esqueletos?...

¿Se duerme en el ataúd
para despertar de nuevo?
¿También la muerte es mentira?
¿También se nace muriendo?

¿Tuve antes otra existencia?
Entonces, ya he sido muerto,
y de otra tierra en el vientre,
quizá de gusanos feto

fui, para venir al mundo
que de corazón detesto.
¿Es el hombre, por desdicha,
infatigable viajero,

cómico de lo infinito
que hace papeles diversos,
cambiando en cada planeta
de traje, y tal vez de sexo?

Cuando acabe mi papel
en este sainete necio
y cubra el telón de tierra
mi pobre cadáver yerto,

¿iré bajo nueva forma
a Saturno, a Marte o Venus,
para volver intangible
evocado por un médium,

a decirle barbarismos
anfibológicos, délficos?
¿Hay otra vida tras ésta?
¿Es la tumba en punto negro

colocado por la muerte
entre la nada y el sueño?...
Y qué ¿cuándo el estertor
se lleva el postrer aliento

va a perderse en el vacío
el espíritu?... ¡No es cierto!
Si fuera así, ¿para qué
puso Dios en mi cerebro

un águila que atrevida
con alas de pensamiento
se remonta en un instante
a la cumbre de los cielos,

y aun allí le falla espacio
y aun allí le sobra vuelo?

    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .

¿Es la muerte nada más
un letargo cataléptico?
¿Inmóvil en el sepulcro
oiré zumbar el silencio?

¿Veré la luz de la sombra?
¿Lamentaré mi aislamiento?
¿Aprisionado en mi caja
me torturará el recuerdo

del sol, del aire y las flores,
y del claro azul del cielo?
¿Creeré que la que idolatro
me olvida en brazos ajenos,

y quemará mi cadáver
la horrible rabia del celo?
¿Me ocurrirá que mis hijos,
pobres, débiles y huérfanos,

mendiguen   ¡ay! un mendrugo
de pan humillante y negro?

    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .

¡Qué! ¿me llevará el demonio
a su detestable averno

para que arda eternamente
con uñas y cola y cuernos,
con cuernos, aunque me vaya
a los abismos soltero?...

¡Oh Satanás, Satanás!
¡Yo condenarme no puedo,
porque tu orgullo y mi orgullo
no cabrían en los infiernos!...

¿Iré al Purgatorio entonces
para estar allí sufriendo,
hasta que me saque el cura
con sus responsos de a medio?

¿Me veré, ¡dicha inefable!
en el diamantino cielo
con alas en las costillas
entonando un himno eterno?...

    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .
    .   .   .   .   .   .   .   .   .   .   .

¿Qué es la muerte? ¡qué sé yol
¿La vida?... no la comprendo.
¿Qué soy? ¿qué fui? ¿qué seré?...
Misterio, ¡siempre misterio!

¡Maldita sea la razón!
La razón no es luz, es fuego,
fuego que al quemar el cráneo
vuelve ceniza el cabello.

¡Feliz el que no razona,
feliz quien vive creyendo,
feliz, feliz quien disfruta
la dulce quietud del sueño,

sin que mil ideas malditas
al brotar de su cerebro,
se le coloquen enfrente
bajo la forma de espectros!

Antonio Plaza Llamas


Antonio Plaza Llamas

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