OBRERO DEL SALITRE
En ti ruge la sangre como un río
donde el sol restregara su cabeza.
Tu puño es una flor de fortaleza.
Da a las piedras tu pecho el señorío.
El espejismo eras con tu brío
y del viento recoges su destreza.
Si quisiese la Tierra otra corteza
sólo tu piel sirviera a su albedrío.
Establece tu espalda nueva rampa:
allá, la luz su médula difunde,
y te penetra y dora el esqueleto.
Un rajo fecundo, ávido y secreto
te prolonga la frente y la confunde
con la huella más tibia de la pampa.
Andrés Sabella