I. BIENAVENTURADOS
¡Bienaventurados,
los dignificados
por la dignidad glacial de la muerte;
los invulnerables ya para los hados,
una y misma cosa ya con el Dios fuerte!
¡Bienaventurados!
Bienaventurados los que destruyeron
el muro ilusorio de espacio y guarismos;
los que a lo absoluto ya por fin volvieron;
los que ya midieron todos los abismos.
Bienaventurada, dulce muerta mía,
a quien he rezado como letanía
de fe, poesía
y amor, estas páginas... que nunca leerás.
Por quien he vertido, de noche y de día,
todas estas lágrimas... que no secarás.
Marzo 15, 1913
Amado Nervo
Y en Obras completas, Madrid, Aguilar, 1972 (Los Grandes Clásicos).