LOS TRABAJOS PERDIDOS
Por un oscuro túnel en donde se mezclan ciudades, olores, tapetes, iras y ríos, crece la planta del poema. Una seca y
amarilla hoja prensada en las páginas de un libro olvidado, es el vano fruto que se ofrece.
La poesía substituye,
la palabra substituye,
el hombre substituye,
los vientos y las aguas substituyen...
la derrota se repite a través de los tiempos
¡ay, sin remedio!
Si matar los leones y alimentar las cebras, perseguir a los indios y acariciar mujeres en mugrientos solares, olvidar las comidas y dormir
sobre las piedras... es la poesía, entonces ya está hecho el milagro y sobran las palabras.
...Pero si acaso el poema viene de otras regiones, si su música predica la evidencia de futuras miserias, entonces los dioses hacen el poema. No hay hombres para esta faena.
Cruzar el desierto cantando, con la arena triturada en los dientes y las uñas con sangre de monarcas, es el destino de los mejores, de los puros en el sueño y la vigilia.
Los días partidos por el pálido cuchillo de las horas, los días delgados como el manantial que brota de las minas, los
días del poema... Cuánta vana y frágil materia preparan para las noches que cobija una lluvia insistente sobre el zinc de los trópicos. Hierbas del dolor.
Todo aquí muere lentamente, evidentemente, sin vergüenza: hasta los rieles del tren se entregan al óxido y marcan la tierra con infinita ira paralela y dorada.
La gracia de una danza que rigen escondidos instrumentos. La voz perdida en las pisadas, las pisadas perdidas en el polvo, el polvo
perdido en la vasta noche de cálidas extensiones..., o solamente la gracia de la fresca madrugada que todo lo olvida. El puente del alba con sus dientes y sombras de agria leche.
Poesía: moneda inútil que paga pecados ajenos con falsas intenciones de dar a los hombres la esperanza. Comercio milenario de los prostíbulos.
Esperar el tiempo del poema es matar el deseo, aniquilar las ansias, entregarse a la estéril angustia... y, además, las
palabras nos cubren de tal modo que no podemos ver lo mejor de la batalla cuando la bandera florece en los sangrientos muñones del príncipe. ¡Eternizad ese instante!
El metal blanco y certero que equilibra los pechos
de incógnitas mujeres
es el poema.
El amargo nudo que ahora a los ladrones de ganado cuando se acerca el alba
es el poema.
La duda entre las palabras vulgares, para decir pasiones innombrables y esconder la vergüenza
es el poema.
El cadáver hinchado y gris del sapo lapidado por los escolares
es el poema.
La caspa luminosa de los chacales
es el poema.
De nada vale que el poeta lo diga... el poema está hecho desde siempre. Viento solitario. Garra disecada y quebradiza de un ave poderosa y tranquila, vieja en edad y valerosa en su trance
Álvaro Mutis