TABARÉ
LIBRO PRIMERO
CANTO SEGUNDO
IV
El indio niño en las pupilas tiene
El azulado cerco
Que entre, sus hojas pálidas ostenta
La flor del cardo en pos de un aguacero,
Los charrúas, que acuden a mirarlo,
Clavan sus ojos negros
En los ojos azules de aquel niño
Que se reclina en el materno seno.
Y lo oyen y lo miran asombrados
Como a un pájaro nuevo
Que, unido a las calandrias y zorzales,
Ensaya entre las ramas sus gorjeos.
Mira el niño a la madre. Está llorando,
Lo mira y mira el cielo,
Y envía en su mirada al infinito
Un amor que en el mundo es extranjero.
Mas ya ama al bosque, porque da su sombra
Al indiecito tierno;
Ya es para ella más azul el aire,
Más diáfano el ambiente y más sereno.1
La tarde, al descender sobre su alma,
Desciende como el beso
De la hermana mayor sobre la frente,
Del hermanito huérfano;
Y tiene ya más alas su plegaria,
Su llanto más consuelo,
Y más risa la luz de las estrellas,
Y el rumor de los sauces más misterio.
Juan Zorrilla de San Martín
1 Versión: Más diáfana la luz, más puro el cielo.