TABARÉ
LIBRO PRIMERO
CANTO PRIMERO
III
La encuentra el pensamiento
Antes que el mundo antiguo la sorprenda,
En lucha con la tierra y con el cielo,
Y en su salvaje libertad envuelta.
Para ella, el horizonte cierra el mundo
Con un muro
de piedra;
Tras él duermen las tardes y las lunas;
Tras él la aurora duerme y se despierta,
Cruza el
salvaje errante
La soledad de la llanura inmensa
Y el amarillo tigre, como él hosco,
Como él fiero y desnudo, la atraviesa.
El tigre
brama; el indio
Contesta en el silbido de su flecha.
¿Dónde va? ¿Qué persigue? Tras su paso,
Sobre ese hermoso suelo, ¿qué nos deja?
¿Para él está
formada
Esa encantada
tierra
Que a los diáfanos cielos de Diciembre
Les devuelve una flor por cada estrella?
¿Para él sus
grandes ríos
Cantando se
despeñan
Los himnos inmortales de sus ondas?
¿Qué fue esa raza que Pasó sin huella?
¿Fue el
último vestigio
De un mundo
en decadencia?
¿Crepúsculo sin día? ¿Noche acaso
Que surgió obscura de la luz eterna?
La eterna lumbre sólo engendra auroras.
La noche, las
tinieblas
Son ausencia de luz; la eterna noche
Es sólo del Creador la eterna ausencia.
En esa raza, en su excelso origen
Aún el
vestigio queda,
Como el toque de luz amarillento
Que un sol que muere en los espacios deja.
Hay lumbre en esos ojos siemprehuraños,
Fuego que encienden sólo las ideas;
Mas la lumbre se extingue, y una raza
Falta de luz, se extinguirá con ella.
Nacida para el bien, el mal la rinde;
Destinada a la paz, vive en la guerra...
Hojas perdidas en su tronco enfermo
El remolino las arrastra enfermas.
Juan Zorrilla de San Martín