AMPLIFICACIONES
En el cuarto del pueblo,
fantástico y desnudo,
amarillo de luz de vela,
sobrecogido,
mis sienes dan la hora
en no sé qué reloj
puntual y eterno.
La soledad se agranda
como las sombras
en la sábana del muro,
como las caras de ayer
asomadas para adentro
en el marco de sus ventanas.
Y el silencio se mueve
y vibra
en torno de la llama blanda
como el ala —¿de qué presagio?
¿de qué insecto?— que acaricia,
que enfría, que empequeñece.
Xavier Villaurrutia