DÉCIMA
No hay bien que del mal me guarde;
temeroso y encogido,
de sinrazón ofendido
y de ofendido cobarde;
y aunque mi queja, ya es tarde,
y razón me la defiende,
más en mi daño se enciende,
que voy contra quien me agravia,
como el perro que con rabia
a su mismo dueño ofende.
Vicente Espinel