AMOR DEL CIELO
A Julio Maruri.
No sé. Por esos aires ligeros, por esas ligeras manos,
por esos ojos que todavía bajo el celaje aún brillan.
Por ti, verdor perenne, incipiente hermosura, juventud de estos valles.
Por esa que adivino canción entre unos labios,
que muy lejos aún se oye, y lentamente fina.
Por todo, temerosa piedad que como mano, para mi frente quieta,
desciendes y me aduermes, y, tierna, me murmuras,
¡Oh soledad! Si cierro mis ojos, aún te escucho,
mano de Dios piadosa que tibia me regalas.
Música a los oídos cansados. Luz cernida
para los turbios ojos. Piel graciosa
todavía para mi frente cruda, que largamente acepta.
¡Ah, qué descanso, Vida! Blandos árboles
no insisten. Quietos alzan su copa en pos de un cielo
que grave condesciende. Ah, no, mis labios nunca,
nunca te huyeron, tibia turgencia dadivosa
de un cielo pleno y puro que hasta mis labios baja.
Hermosa luz tus besos, tangible. Hermoso cielo, carne
sutil, tan lenta, intacta que arrullas hoy mi vida.
Tú rozas, rozas dulce... Te siento. Nunca acabes...
Vicente Aleixandre